La P justiciera ~ James Potter }

Era media mañana, y había un pequeño descanso de clases. Los alumnos solían pasear, hacer deberes, ir al baño... y Alice estaba sentada en la mesa de Gryffindor disfrutando de una manzana mientras los demás charlaban sobre el partido del sábado. Gryffindor contra Ravenclaw. No es que a Alice no le gustase el Quidditch, es que llevaban dos semanas hablando de lo mismo, y ya estaba algo aburrida del asunto. Miraba a unos y a otros sin demasiado interés, pero evitando mostrar el aburrimiento para no resultar grosera. En eso una pequeña Gryffindor se acercó a ellos. Miró la reluciente "P" en el pecho del uniforme de Alice, y preguntó tímidamente si podían hablar. Alice se levantó con una sonrisa de la mesa y se despidió de sus amigos para acompañar a la niña fuera del Gran Comedor. Era pequeña, probablemente de primero. Llevaba el pelo recogido en una larga trenza castaña. Sus ojos estaban un poco alertados, muy abiertos en su verde intenso. Alice se agachó con dulzura frente a ella, parecía nerviosa. -¿Qué es lo que va mal, pequeña?- preguntó suavemente con una sonrisa. Entonces la niña se tranquilizó y comenzó a contarle lo que había visto en clase y luego, en el pasillo del sexto piso.

Era habitual que Alice tuviese que hacer aquel tipo de cosas. Hubiese sido mejor que se encargara un prefecto masculino, pero ya que los dos parecían desaparecidos, mejor que lo hiciese ella. Recorrió sola los pasillos después de tranquilizar a la pobre niña y mandarla a clase. Donde debería estar Alice, también. Pero por ser prefecta, no le dirían nada. Menos teniendo en cuenta que tenía a todos los profesores metidos en el bolsillo. Irrumpió en el baño de los chicos, sin importarle que en teoría no debería estar allí, por ser chica y por tener que ir a Encantamientos. En seguida las voces que salían del lugar cesaron. Escuchó cómo se mandaban callar unos a otros entre susurros, pero ella los escuchaba perfectamente. Se dirigió hasta el compartimento de inodoros donde estaban encerrados y lo abrió de una vez. Eran chicos de primero, tres Slytherins y un Hufflepuff. El último estaba aterrado el pobrecito, y los demás tenían pociones y varitas en mano.

-Bien, haremos lo siguiente- comenzó con voz calmada mientras la miraban con una mezcla de confusión, temor y desafío. -Vosotros soltáis a ese chico, y me dais esas pociones, que seguramente os habrán salido de pena- arqueó una ceja, viendo que las pociones aún estaban formando una espuma sospechosa. Seguramente pretenderían que al Hufflepuff le saliesen granos, o que se pusiese de color verde, o que se hinchase... pero acabarían todos mal parados con aquellas pociones- Y a cambio no os transformo en ratoncitos para daros de comer a la Señora Norris- sonrió, mostrando su varita ahora empuñada con una leve sonrisa. Sería suficiente para atemorizarlos. Al principio se miraron unos a los otros, dudando entre desafiarle o no, pero teniendo en cuenta la buena fama que tenía en el colegio y que era además una bruja de séptimo, entendieron que no tenían demasiadas opciones y soltaron al aterrado niño, que se apresuró a esconderse detrás de ella. Los demás intentaron huir, pero ella les impidió el paso. Se habían encontrado con una buena.

Alice se encontraba ya sola en el baño. Había tranquilizado al pequeño Hufflepuff y lo había mandado a su sala común a tranquilizarse un poco. Ya la clase de Encantamientos iría por la mitad, así que vio una absurdez ir. Al menos tenía los nombres de los Slytherins y los castigaría por meterse con un niño sólo por ser hijo de muggles.